Con la llegada del verano, nuestras rutinas cambian: más planes, más comidas fuera, horarios más relajados… y a veces la sensación de que es difícil mantener los hábitos saludables. Pero la realidad es que cuidarse en verano no solo es posible, también puede ser más fácil de lo que pensamos. No se trata de seguir todo al pie de la letra, sino de adaptar nuestros gestos del día a día al ritmo del verano.
Empezando por la alimentación, sabemos que es una época en la que se come fuera con más frecuencia, hay más picoteos y los helados o refrescos están más presentes. Pero también es la temporada ideal para aprovechar frutas y verduras frescas, ligeras y llenas de agua: sandía, melón, tomate, pepino, calabacín, cerezas… Platos como ensaladas completas, gazpachos, batidos o brochetas frías nos ayudan a comer bien sin complicarnos. No se trata de restringir, sino de compensar: si hoy hay cena fuera, quizá mañana toca un almuerzo más casero y equilibrado.
La hidratación es otro punto clave. Con el calor, perdemos más líquidos y muchas veces no somos conscientes de que necesitamos beber más. Llevar siempre una botella de agua encima, preparar infusiones frías o añadir rodajas de limón o frutas al agua puede ayudarnos a beber más sin darnos cuenta. Y aunque una cervecita en una terraza sienta genial, no olvidemos que el alcohol deshidrata, así que mejor alternarlo con agua.

Mantenernos activos también es parte del autocuidado, y en verano no hace falta que eso signifique ir al gimnasio. Caminar al atardecer, nadar, bailar en una fiesta, hacer paddle surf o incluso moverse al ritmo de la música en casa cuenta. La clave está en mantener el cuerpo en marcha sin presionarnos, adaptándonos al calor y a nuestras ganas.
Ya que hablamos de estar al aire libre, no podemos olvidarnos de la protección solar. Es fundamental usar protector aunque el día esté nublado o vayamos a estar poco tiempo al sol. Llevar gorra, gafas de sol, protegerse en las horas centrales del día y cuidar la piel después de tomar el sol (con aloe vera, por ejemplo) puede marcar la diferencia y evitar problemas mayores.
El descanso también sufre en verano. Las noches son más largas, el calor incomoda y los horarios se alteran. Pero dormir bien es clave para sentirnos bien durante el día. Algunos trucos útiles: cenar ligero, ventilar la habitación antes de acostarse, dormir con ropa cómoda o usar una sábana en lugar de manta. Si mantenemos una rutina básica de sueño, lo notaremos en nuestra energía y en nuestro estado de ánimo.
Y si además queremos darle un pequeño empujón a nuestro bienestar en esta época de más desajustes, podemos contar con aliados como Derboslim. Contiene Cromo y Biotina, dos nutrientes que contribuyen al metabolismo normal de los macronutrientes. Es decir, ayudan a que el cuerpo procese de forma más eficiente lo que comemos, algo muy útil cuando hay más excesos puntuales, digestiones pesadas o cambios de hábitos.

En definitiva, cuidarse en verano no significa dejar de disfrutar, ni mucho menos. Se trata de encontrar un equilibrio: aprovechar lo bueno de esta estación sin olvidarnos de nosotros mismos. A veces, ese equilibrio se logra con decisiones muy pequeñas que, sumadas, nos hacen sentir mucho mejor. Y cuando uno se siente bien, todo —las vacaciones, los planes, los encuentros— se disfruta el doble.